Gelman,
la verdad sea dicha
Hermann Bellinghausen en
http://www.jornada.unam.mx/2015/02/16. La Jornada, México
Hoy, el primer libro
póstumo de Juan Gelman (Ediciones Era, México, 2014), resulta
sumamente peculiar aun para un autor dado a desconcertarnos, a
provocarnos, a despertarnos. Sus casi 300 poemas digamos que en prosa
(a estas alturas de la poesía moderna ¿qué es prosa y qué no?)
pueden verse como una despedida de sus amigos y sus días, mas lo
relevante está en el andamiaje del acto poético desnudado de casi
todo, y en la palabra que ya no duele. Esto dicho de un poeta que del
dolor supo tanto.
"Con una rosa natural en la mano
que sabe no saber", escribe,"así posee el instante de la
desposesión, adentro la pasión de afuera devuelta a su pasión"
. La forma expresiva implica exigencias casi heroicas y lleva a
pensar en los métodos radicales del free jazz. Para Gelman,
como para Ornette Coleman o Eric Dolphy, "el azar nunca se
quiere ir". No porque aquí se improvise, que se improvisa,
sino porque se encuentra. Además, Mallarmé.
Sería reiterativo apuntar que no es un
libro "fácil". Cuántas veces se ha dicho tal de la
escritura de Juan Gelman y es que, sí, pide atenciones especiales
cuyo premio es la experiencia poética. En Hoyestablece una
forma en sí, como Ramón Gómez de la Serna elaboraba greguerías o
Julio Cortázar transmitía cronopios. Pero donde éstos exploraban
los alcances del humor, la comedia imprevista y el banquete de los
rompecabezas, Gelman nos coloca frente a la imprecación, serena y
triste, nunca vencida, contra lo que son la vida y los imperativos de
pronunciarla. Otros libros suyos crean o duplican su propio género
singular: las voces de Sidney West(1968-1969), los Comentarios
y Citas (1978-1980), o mediante su otra lengua recobrada, el
sefaradí, en Dibaxu (1983-1985).
Aun si no lo abandonan la pérdida, la
indignación ni la crudeza, tampoco le faltan sus amores a lo seres,
al mundo que los contiene, a la existencia misma. Y sí, a la poesía:
"Lo que hay que decir no está dicho y flota, en las marismas
del estruendo mundial", les dice a Boris/Pushkin. En Hoy
las palabras entran en un continuo de significados, una lleva a otra
como a los monos las lianas de la selva, como a la música la
respiración de las notas: "La nada propia es invisible por más
anuncios que le pongan". "Tenemos hambre del secreto donde
el dolor es de madera y se echa al fuego". "Estamos
huérfanos de cartas que no se pueden enviar". El poeta nunca
se distrae, "en la inocencia hay víboras" , ni deja de
precaverse contra "la maldad sin fatiga de los buenos".
En su modo, la poesía de Gelman
siempre es política, desde una posición no por clara menos
imaginativa y original, a salvo del panfleto por mérito propio. O de
la propaganda. Esas cosas de mala fama literaria. Y sin embargo
denuncia que "la eternidad es una idea
violenta/capitalista/acumular futuro" . En otro texto, el
capitalismo "se ampara en el oro ajeno y trabaja eternidades
que no existen".
Tenemos al Gelman rebelde, a quien
sublevan la injusticia y el mal. "Desátense las furias del
jodido para que el cielo cambie de color y crezcan las magnolias que
nadie pudo imaginar". "La pobreza se instala en la
estructura del delirio y ministros de las cosas vacunan a los locos"
."Al lado de los derechos humanos del pasado sangran sin abrigo
los derechos humanos del presente. La crueldad usa uñas buenas. Los
agujeros del país los pintan con esmalte rojo y las instituciones
felicitan de pie" . No pierde de vista "el canto recortado
por extrañas tijeras/la progresión de la crueldad a mil kilómetros
por dólar". "En un puesto de honor, bestias legítimas
usan la realidad sin advertencias".
Pero ni esto, ni las pérdidas que de
veras cuentan (la infancia, los hijos, el padre, el amigo, el país),
ni la certidumbre de que "la vida entristece al comité central
de la razón", le regatean la iluminación más rápida. El
espacio siempre se le llena "con la desobediencia de un
gorrión".
"Se puede convertir en sí el mí
del ruiseñor, eso se arregla". Además y por fortuna, haciendo
eco a las tiendas de color canela del polaco Bruno Schultz, descubre
que "los almacenes de la sorpresa están llenos de cosas sin
vender".
Cítese completo el poema CXLIII:
"En el miedo a la muerte la muerte no vale la pena. Los
afligidos no interesan, ni los tullidos por amor, ni el portentoso
ingenio de un verano. Importa la luz recibida en forma de entrañas
para verse. La sensación del cuerpo que termina no vive en un rincón
cerrado, crea su doble en estaciones impalpables y las alícuotas de
pena sin notario. Una calandria ordena el fracaso de un fósforo
apagado".
Otra que no descansa es la bondad del
mundo. "Arriba, carne, arriba, a nombrar lo que quiere ser
nombre". Presa del arrebato casi místico de bautizarlo todo y
a cada quién o cosa, el poeta sabe que el futuro no lo dejará
mentir. La duda no lo vence, el escepticismo jamás lo alcanza: "Un
árbol trepa el pecho de los jóvenes con la sombra de lo que van a
dar".
Todo esto sin duda, la verdad sea
dicha.
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