martes, 26 de noviembre de 2019

Nuestro Macondo, sábado 23 de Noviemebre de 2019


Muy buenas noches mis queridos Diversos, la crónica de hoy la vemos desde otra perspectiva, desde la ventana de Antonio Campos Romay. Gracias Antonio.
Las fotos que aparecen son de Placeres.
Y besos y versos hasta el próximo sábado 


DESDE MI VENTANA

EN EL CIELO DE MACONDO.

Desde un recogido Macondo virtual, vagando por sus “cien años de soledad” entre el revoloteo travieso de coquetonas mariposas, sonríe socarrón y bondadoso Gabo García Márquez, como “el general en su laberinto”,  ante los libros y fieles que se concitan con las musas frente a una mesa y un café cada sábado.

Luis García Montero cantando la “Cuarentena” desde las hojas de un poemario se muestra compungido con el paso del tiempo…

Con qué ferocidad y a qué hora importuna
salen tus veinte años de la fotografía
para exigirme cuentas.
En los ojos heridos por la luz
sostienes la mirada de mis sobras,
en el descaro de tus profecías
desdeñas la lealtad de mis recuerdos,
en la piel transparente
anegas el cansancio de mi piel
y defines mis años por traiciones”

Su padre espiritual, D. Ángel González, Catedrático, profesor  de Literatura licenciado en Derecho y genial amante de divagaciones ensoñadoras podría darle un poético contrapunto de “Cumpleaños”…

  “Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho”.

Y así entre un granadino, maestro joven de las letras, catedrático de Literatura, hoy metido a director del Instituto Cervantes como profeta de la palabra castellana y el viejo maestro ovetense, tiempo ha trazando sus versos en las nubes, se fue otra mañana en un día que ya es menos despedido intermitentemente por un velo de lluvia.



lunes, 18 de noviembre de 2019

Nuestro Macondo, sábado 16 de Noviembre de 2019






Hoy, haciendo gala de ese dicho tan coruñés de “Abarrote en el Parrote”, éramos cuatro. Pero una tertulia sobre arte, sobre literatura, sobre la vida, con cuatro tertulianos, con tres, con dos o incluso con uno mirándose al espejo y con un poco de imaginación poética (p.e.), llega y sobra para estar completa.
Marina, que no la conocía y es una de las fundadoras de la tertulia y muy, muy agradable, por cierto. María José, que ya nos conocíamos y tan agradable también. Y Antonio, Antonio, Antonio, qué vamos a decir de él si es una fuente inagotable de sabiduría y simpatía donde la podemos comprobar en sus artículos diarios en Facebook.
Pues bien, entre los cuatro hablamos de mil y una cosas y entre ellas, como no, de poesía. Marina nos acercó a un tema poco conocido en el que se basa el libro de Guojian Chen, editado en Visor y de título “Antología de poetas prostitutas chinas”. De esa Antología nos leyó dos poemas: “Dedicado a mi amigo Tu Fang”
escrito por Li Ye.
“… cuando volvamos a vernos te diré todo lo que estoy sufriendo”.
Y “El arroyo otoñal” de Xue Tao.
“… diez cuerdas de cítara
susurrando desde lejos…”
Poetas obligadas con sus poemas a hacer más atractivo el negocio, en aquellos tiempos y lugares.
María José nos leyó, de su autoría, “Mi encuentro”.
“… existió un tiempo en el que me sentía perdida…
… pero el día de mi renacimiento ha llegado.”
Y por último yo recuperé dos poemas de hace años
Se va el sol…
… sangra el sol por el horizonte con deseos de volver…”
y “Creí que el hielo podría derretirse…”
Y antes de que el sol se congelara y nos congelara a todos, nos fuimos, con el deseo de que el próximo sábado el Parrote entre en el Macondo llenando la mesa del fondo.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Nuestro MAcondo, 9 de Noviembre de 2019


CRÓNICA DE UNA JORNADA EN LA QUE IBA Y VENIA LA HABANA


Dijo un tertuliano, siempre alegre y jocoso, de nombre Antonio “que la Habana y sus habitantes eran como cebollas,” la cebolla como el macondo, tiene multitud de hojas, hojas que van descubriendo el alma de lo que llevamos dentro, en una crónica que hoy será para mí, un guiso en olla.
Es tiempo de cuchara, es tiempo de lentejas, de comer una fabada, a nadie le apetece las hojas verdes de una ensalada, y como si Sara lo supiera, nos trajo un poema para abrir el apetito, bajo el delicioso nombre de espiral de otoño, con el mismo color que tienen las hojas de su libreta, nos hizo escuchar al viento cantar a la luz de la mañana, y caminar infatigables, sintiendo a nuestros pies, el sonido de la hojarasca, en espera de que llegue otra primavera.
Y pelando la cebolla Paco sacó las primeras hojas, unas hojas otoñales que fueron revelando el miedo; el miedo a perder el alma, el miedo a que la vida no te deje vivir, el miedo a las ratas, el miedo a las mentiras a medias, el miedo a las noches oscuras, el miedo… al miedo.
Fue Maricarmen quién siguió desvelando la cebolla y en un sutil poema de su propia cosecha nos describió y aportó la hipócrita guerra, esculpiendo con imágenes el terror y el contraste de una guerra “Entre los escombros de muerte asoman trozos de cerámica” “ Países innombrables buscan soluciones” “ que dormirán eternamente”
Como si supiésemos que la cebolla da sabor y en sus hojas hay dolor, se derramaron las necesarias lágrimas con un poema bajo el título decepción, en él que Alfonso nos trasladó a sentimientos encontrados entre el deseo de volver a empezar, comprar un billete de avión y llenar una mochila; cuando la ciudad desborda tus principios, roba la dignidad del vecino, y te hace sentir como una marioneta. (Más el Quijote nunca dejó de pelear con el viento y las lágrimas de la cebolla siempre supieron dar sabor a la olla.)
Y ya pelada, volvió la Habana, cómo un misterio, para dar más condimento a un guiso que se me antoja será de lo más rico, con un poema de la de Castro, hallado entre las hojas de un buen libro, que a todos, para enriquecer el plato, nos regaló Don Perico, con esos, sus dibujos, que alimentan alma y espíritu.
i a Haban me vou…
¡Adiós, adiós, prendas
Do meu corazón!
Ya sólo nos faltaba la carne o el sexo, pese a mi empeño, desde el primer momento, se hizo de esperar y se hizo de rogar, pero en la olla siempre es fundamental, llegó en la voz de un grande, Angel González, quien lo aportó a la “sazón”:
Escribir un poema se parece a un orgasmo:
Mancha la tinta tanto como el semen,
Mancha la tinta tanto como el semen
Empreña también más, en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
En las que manoseo las palabras
Muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
Les levanto las faldas con mis dedos,
.
Lo expresaba muy bien César Vallejo:
Lo digo y no me corro.”
Pero él disimulaba”
Ya sólo restaba el final, la sal, y para ello qué mejor que antes de cerrar la pota, poner una dosis de un poema de Paco con un nombre mágico, sueños, que acabó diciendo, “he tenido un sueño, soy POETA”
Y así, en espera de que el guiso os haya gustado, no ha sido en modo alguno un plato precocinado, daros las gracias por ser todos unos estupendos cocineros.
Un beso, Rosalía