Amar, amar, ¿quién no ama si ha nacido?
Vicente Aleixandre
Crónica de una pandemia anunciada
No es nítido el recuerdo del momento en que tuve clara la gravedad de la epidemia. Hasta el 13 de marzo fui a la Escuela Picasso y al taller de cerámica. El 14 fue una noche de loca disipación. Se dice así, verdad? Se llama vida disipada.
Después de eso, nada. De pronto todo se ralentiza. Es como si viéramos el documental a cámara lenta.
Pero en realidad, mi depresión vivía por mí y al margen del corona. Es natural, soy republicana.
El caso es que para mí es como cualquier fin de semana, pero de lunes a domingo. Tengo tanto tiempo que no me llega. No me llega para pintar, para escribir, para cantar, leer, oír música… respirar, vivir.
Y sin embargo no lo hago tan mal. Corté la hierba, arreglé la huerta… Cambié los pinceles por la hazada. Hice boloñesas, torrijas, filloas, pan de trigo y de espelta… Cambié la pluma por las cucharas y cazuelas. Como decía la santa alucinada “también anda dios entre pucheros”, aunque, a decir verdad, yo no encontré al tal señor ( ni entre pucheros, ni en otra parte ).
Iba a comenzar la crónica algo más negra porque mi lacerada alma está hibernando y sólo desea despertar de este letargo. Pero prometí a Ángeles unas palabras más alegres, que pudieran mantener la dulce y anisada ilusión de días más iluminados y llenos de risas, aromas, besos y versos, y caras alegres en nuestro rincón poético del Macondo.
“Cuando aspiráis a elevaros miráis hacia arriba, y yo miro hacia abajo, porque estoy en las alturas.
¿Quién de vosotros puede reír y estar al mismo tiempo en las alturas?
Quien asciende a los montes más elevados se ríe de todas las tragedias representadas y vividass”
Federico Nietzsche “Así hablaba Zarathustra”
“Soy el poeta del cuerpo
y el poeta del alma.
Los placeres del cielo son míos
Y los tormentos del infierno también”,
Walt Whitman “Canto a mí mismo"
Días de primavera
Os días de marzo contáronme
que facía un ano.
Pero facía un ano de tantas cousas…
E mentres falaban
comencei a escoitar un pequeno latexo.
Era como acordar sen abrir os ollos.
Cas pálpebras pechadas
vin abrir o día e escoitei
merlos, cotovías, xirís …
paxariños brincadeiros doutros tempos
que xa non oía.
Eu oía cos ollos
E cos oídos vía o vento bulir entre
as follas do loureiro.
E un pouco máis alá, os pétalos brancos da cerdeira
prometían doces frutos, que eu non probaría,
aos paxaros larpeiros.
O marzo pasou e chegou abril.
Os seus días contáronme que era certo.
Aromas dos verdes abrolliños da Herba Luisa,
da malva ou do biouteiro
mesturados co brando son da choiva azul e cristalina
ou cas mornas e iridiscentes raiolas de sol.
Sí, aromas doutros tempos de infancia ou xuventude…
E suavemente, metinme
Un pouquiño máis abaixo
Nas tépedas sabas
Carmen Torreiro
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