CRÓNICA
DE UNA JORNADA EN LA QUE IBA Y VENIA LA HABANA
Dijo
un tertuliano, siempre alegre y jocoso, de nombre Antonio “que la
Habana y sus habitantes eran como cebollas,” la cebolla como el
macondo, tiene multitud de hojas, hojas que van descubriendo el alma
de lo que llevamos dentro, en una crónica que hoy será para mí, un
guiso en olla.
Es
tiempo de cuchara, es tiempo de lentejas, de comer una fabada, a
nadie le apetece las hojas verdes de una ensalada, y como si Sara lo
supiera, nos trajo un poema para abrir el apetito, bajo el delicioso
nombre de espiral de otoño, con el mismo color que tienen las hojas
de su libreta, nos hizo escuchar al viento cantar a la luz de la
mañana, y caminar infatigables, sintiendo a nuestros pies, el sonido
de la hojarasca, en espera de que llegue otra primavera.
Y
pelando la cebolla Paco sacó las primeras hojas, unas hojas otoñales
que fueron revelando el miedo; el miedo a perder el alma, el miedo a
que la vida no te deje vivir, el miedo a las ratas, el miedo a las
mentiras a medias, el miedo a las noches oscuras, el miedo… al
miedo.
Fue
Maricarmen quién siguió desvelando la cebolla y en un sutil poema
de su propia cosecha nos describió y aportó la hipócrita guerra,
esculpiendo con imágenes el terror y el contraste de una guerra
“Entre los escombros de muerte asoman trozos de cerámica” “
Países innombrables buscan soluciones” “ que dormirán
eternamente”
Como
si supiésemos que la cebolla da sabor y en sus hojas hay dolor, se
derramaron las necesarias lágrimas con un poema bajo el título
decepción, en él que Alfonso nos trasladó a sentimientos
encontrados entre el deseo de volver a empezar, comprar un billete de
avión y llenar una mochila; cuando la ciudad desborda tus
principios, roba la dignidad del vecino, y te hace sentir como una
marioneta. (Más el Quijote nunca dejó de pelear con el viento y las
lágrimas de la cebolla siempre supieron dar sabor a la olla.)
Y
ya pelada, volvió la Habana, cómo un misterio, para dar más
condimento a un guiso que se me antoja será de lo más rico, con un
poema de la de Castro, hallado entre las hojas de un buen libro, que
a todos, para enriquecer el plato, nos regaló Don Perico, con esos,
sus dibujos, que alimentan alma y espíritu.
“
i a Haban me vou…
¡Adiós,
adiós, prendas
Do
meu corazón!
Ya
sólo nos faltaba la carne o el sexo, pese a mi empeño, desde el
primer momento, se hizo de esperar y se hizo de rogar, pero en la
olla siempre es fundamental, llegó en la voz de un grande, Angel
González, quien lo aportó a la “sazón”:
“Escribir
un poema se parece a un orgasmo:
Mancha
la tinta tanto como el semen,
Mancha
la tinta tanto como el semen
Empreña
también más, en ocasiones.
Tardes
hay, sin embargo,
En
las que manoseo las palabras
Muerdo
sus senos y sus piernas ágiles,
Les
levanto las faldas con mis dedos,
….
Lo
expresaba muy bien César Vallejo:
“Lo
digo y no me corro.”
Pero
él disimulaba”
Ya
sólo restaba el final, la sal, y para ello qué mejor que antes de
cerrar la pota, poner una dosis de un poema de Paco con un nombre
mágico, sueños, que acabó diciendo, “he tenido un sueño, soy
POETA”
Y así, en espera de que el
guiso os haya gustado, no ha sido en modo alguno un plato
precocinado, daros las gracias por ser todos unos estupendos
cocineros.
Un
beso, Rosalía