lunes, 15 de junio de 2020

Nuestro Macondo, sábado 13 de junio de 2020


 Buenas tardes mis queridos Diversos. Nuestra crónica hoy viene de la pluma de nuestra dominadora de libretas. La titula crónica negra pero esta llena de grandes matices. 

A seguir viviendo con besos y versos.

Ángeles


CRONICA DE 13 DE JUNIO DE 2020



Quizás no tenga el día,  ni siquiera me alcance la ironía, para escribir una crónica jocosa, tal vez,   como el día frío y gris, solo  rezumen estas letras tristeza, con el aroma amargo y el color en  blanco y negro que deja la estela de una esquela,  el duelo, por todos los que no volverán al Macondo con su cuerpo,  o por los que volveremos con el alma más quebrada, por las amistades perdidas, y  abiertas en nuestras almas las  mismas viejas  heridas,  las que  nunca han sido ni curadas ni  cosidas.


Con el lenguaje militar con él que  nos han hecho vivir esta pandemia,  ante el atronador ruido de una guerra soterrada, de los virus y venenos que  abonan el terreno de este planeta al que con acierto se llamó tierra, nunca cielo, la poesía ha sido  mi refugio ante un  bombardeo incesante en redes y  medios;   ya en desescalada, ante las puertas de una nueva anormalidad,  huyendo del atronador ruido,  hambrienta de serenidad y de calma, con una necesidad voraz de la sinrazón del poeta, para recobrar la fortaleza,  fui pidiendo un sinfín de “citas” a los que antaño cayeron, a los curanderos del alma, hastiada de  matasanos vivos de cuerpo y mente,  de los que ya versaba Quevedo; militares, jueces y médicos, a los que se han ido sumando durante los siglos batallones de políticos y periodistas, con la única finalidad de doblegarnos  el  alma.



Y así con ese lenguaje terrible se fueron sucediendo mis “citas” para combatir al  veneno y esquivar sin salir mucho al virus. 



Entraron en mi vida cual ejército,

de curanderos exquisitos.

Sus lápidas han sido tapas negras

de visor, y editoriales varias.

Yacen en bibliotecas alineados

atrincherados en mil libros

soldados que sin tregua disparan

sus certeras balas al alma;

con cartuchos de sangre y de tinta

con pólvora escueta y sucinta;

mis Generales, sin brillos de estrellas,

vivos y eternos, en las cunetas.

Los deportados y defenestrados

con sus misiles, ilustrados:

¡qué por versos fueron encarcelados

arrinconados y exiliados!

Mas la tierra se abona de poetas

guerrilleros de libretas.

En sus tumbas sus semillas florecen

en la tierra jamás perecen.

Son los médicos de la retaguardia

los que siempre están de guardia.



Y radiantes y vivos me fueron dando uno a uno sus “citas”,  Rafael Alberti, me inyectó hierro en vena,  Joan Margarit fue mi heparina y mi aspirina,  para bajarme la fiebre Valente,  otro Angel  González apostó por el potasio, como siempre Machado me recetó aire puro y vitaminas, en ningún momento se separó de mi lado; mientras la se siempre, Doña Gloria Fuertes, me sacaba en sesiones de terapia, sin paños calientes, unas risas, y así os digo que he vivido y sigo viviendo, peleando cual Quijote, enfrascada en el intento de no recobrar jamás el juicio, para logar algún día esa lengua viperina que a jueces, militares y matasanos desquicia.



Lamento no estar recuperada del todo, para hacer un buen verso ni una buena crónica, un verso y un beso con todo mi cariño para todos. 

Rosalía Ajamil Sánchez. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario