Buenas tardes mis queridos Diversos. Nuestra crónica hoy viene de la pluma de nuestra dominadora de libretas. La titula crónica negra pero esta llena de grandes matices.
A seguir viviendo con besos y versos.
Ángeles
CRONICA DE 13 DE JUNIO DE 2020
Quizás no tenga el día, ni siquiera me alcance la ironía, para escribir una crónica jocosa, tal vez, como el día frío y gris, solo rezumen estas letras tristeza, con el aroma amargo y el color en blanco y negro que deja la estela de una esquela, el duelo, por todos los que no volverán al Macondo con su cuerpo, o por los que volveremos con el alma más quebrada, por las amistades perdidas, y abiertas en nuestras almas las mismas viejas heridas, las que nunca han sido ni curadas ni cosidas.
Con el lenguaje militar con él que nos han hecho vivir esta pandemia, ante el atronador ruido de una guerra soterrada, de los virus y venenos que abonan el terreno de este planeta al que con acierto se llamó tierra, nunca cielo, la poesía ha sido mi refugio ante un bombardeo incesante en redes y medios; ya en desescalada, ante las puertas de una nueva anormalidad, huyendo del atronador ruido, hambrienta de serenidad y de calma, con una necesidad voraz de la sinrazón del poeta, para recobrar la fortaleza, fui pidiendo un sinfín de “citas” a los que antaño cayeron, a los curanderos del alma, hastiada de matasanos vivos de cuerpo y mente, de los que ya versaba Quevedo; militares, jueces y médicos, a los que se han ido sumando durante los siglos batallones de políticos y periodistas, con la única finalidad de doblegarnos el alma.
Y así con ese lenguaje terrible se fueron sucediendo mis “citas” para combatir al veneno y esquivar sin salir mucho al virus.
Entraron en mi vida cual ejército,
de curanderos exquisitos.
Sus lápidas han sido tapas negras
de visor, y editoriales varias.
Yacen en bibliotecas alineados
atrincherados en mil libros
soldados que sin tregua disparan
sus certeras balas al alma;
con cartuchos de sangre y de tinta
con pólvora escueta y sucinta;
mis Generales, sin brillos de estrellas,
vivos y eternos, en las cunetas.
Los deportados y defenestrados
con sus misiles, ilustrados:
¡qué por versos fueron encarcelados
arrinconados y exiliados!
Mas la tierra se abona de poetas
guerrilleros de libretas.
En sus tumbas sus semillas florecen
en la tierra jamás perecen.
Son los médicos de la retaguardia
los que siempre están de guardia.
Y radiantes y vivos me fueron dando uno a uno sus “citas”, Rafael Alberti, me inyectó hierro en vena, Joan Margarit fue mi heparina y mi aspirina, para bajarme la fiebre Valente, otro Angel González apostó por el potasio, como siempre Machado me recetó aire puro y vitaminas, en ningún momento se separó de mi lado; mientras la se siempre, Doña Gloria Fuertes, me sacaba en sesiones de terapia, sin paños calientes, unas risas, y así os digo que he vivido y sigo viviendo, peleando cual Quijote, enfrascada en el intento de no recobrar jamás el juicio, para logar algún día esa lengua viperina que a jueces, militares y matasanos desquicia.
Lamento no estar recuperada del todo, para hacer un buen verso ni una buena crónica, un verso y un beso con todo mi cariño para todos.
Rosalía Ajamil Sánchez.
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