lunes, 23 de noviembre de 2020

Nuestro Macondo, sábado 21 de noviembre de 2020

 

Buenos y soleados días mis queridos Diversos. Hoy nuestra crónica, certera y emotiva, viene de la mano de nuestro Quijote particular, Alfonso Modroño. Sus palabras nos mantienen unidos y esperando que vuelvan nuestras reuniones. 

Mientras tanto besos y versos para todos,

Ángeles.

Macondo, con su sabor a tertulia y café de sábado, parece que se nos hubiese ido, para siempre, a acurrucarse entre las páginas de alguna novela de García Márquez. Ahora, más que nunca, la barrera invisible de un ejército invisible, impide traspasar su puerta. Se han enmustiado los carteles anunciadores de la vidriera y la luz apagada no deja oír el golpear ahuecado del filtro de café sobre la barra del cajón de los posos. El mármol de la mesa del rincón del fondo esta frío sin sus tazas humeantes y sus libros; sin la luz de los flases de las fotos de Ángeles, de Placeres… – No creo que estemos ninguno de nosotros en la mesa que fue a parar a las páginas de la novela de García Márquez— No se escuchan las voces que, en bajo musical, armonizaban sus notas con los agudos de las cucharillas golpeando porcelanas. Se ve a la soledad -- como en pijama -- durmiendo en cualquier parte del espacio silente del local. Los cuadros también duermen, o eso parece; lo cierto es que están mudos, sin ninguna mirada que los acaricie.

Hoy es veintiuno de noviembre, y es sábado. ¡Sábado…!

Siempre habrá, para un Diverso, un Macondo de versos a partir de las once de la mañana de cualquier sábado del año.

Estemos donde estemos, surgirá un poeta que comentar, un poema que leer. Siempre habrá poesía en nuestros corazones a partir de las once de cada mañana de los sábados. Y aun sin mesa de mármol, ni sabor en los labios a agradables compañías, siempre nos quedarán las redes para pescar correos en el Google o textos en WhatsApp.

Hoy le toca a este Quijote, por turno de oficio, lidiar contra el gigante de las letras y, en descomunal batalla, vencer al malandrín que pretenda impedirle llevar versos a su amada Dulcinea de Diversos.

Y sepan “vuesas mercedes” que nadie mejor, para traer sus versos, este sábado, de la mano de un quijote, que un Cervantes: El poeta FRANCISCO BRINES.

El poeta de Oliva –Valencia--, es el flamante ganador del último “premio Nobel” de las letras hispanas: el Premio Cervantes.




Yo sé que olí un jazmín en mi infancia una tarde, y no existió la tarde, escribió en El otoño de las rosas.


Brines es una de las últimas voces que tenemos la suerte de poder escuchar de la denominada generación del 50, habitada por autores como Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, o Carlos Barral.


Te conoces por el poema, pero no conocías antes de escribir el poema lo que en él escribes”.


La poesía de Brines, a menudo, navega con cierta normalidad por mares elegíacos: “no habría lamento si no se hubiera apreciado lo que ya no está”

Hay en su obra, también, una constante: la dualidad entre las luces y la sombras. La memoria de la infancia, intensa y sensorial, en contraposición al vacío y la desesperanza. Como en este poema de Insistencia en Luzbel (1977):


Los sinónimos

Más allá de la luz está la sombra
y detrás de la sombra no habrá luz
ni sombra. Ni sonidos, ni silencio.
Llámale eternidad, o Dios, o infierno.
O no le llames nada.
Como si nada hubiera sucedido.

Os dejo saboreando este aperitivo delicioso de un poeta que, como los buenos vinos, nunca envejecerá. Sabedor de que abrirá vuestro apetito por descorchar más poemas guardados celosamente en las botellas de los libros de este poeta consagrado.

Mis queridos Diversos, recibid mis abrazos virtuales empapados de versos, hasta que el ejército invisible que nos cierra el Macondo sea derrotado. Ojalá la victoria este cerca y podamos abrir nuestras sonrisas, sin vendas en la boca, y podamos entrelazar nuestros brazos, para vernos fundirnos en abrazos de verdad.

Alfonso Modroño Márquez-

A Coruña, 21 de noviembre de 2020.



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