martes, 3 de junio de 2014

Nuestro Macondo, sábado 31 de Mayo de 2014

Buenas tardes
Ya sé que hay cierto retraso en las noticias. El barco en que venían  tuvo un viaje  accidentado. Que una tormenta a poco de superar el Trópico, que los sargazos,  que una enfermedad que se apoderó de la tripulación y nos puso en manos de la fortuna, que ese viento que empuja hacia las Islas de la Desolación…
Lo cierto es que estamos aquí, en este puerto y muy noble y muy leal  ciudad, cabeza , guarda y llave, fuerza y antemural del Reino de Galicia, en estos tiempos tan recientes de realezas cuestionadas, alabadas, bien y malvistas por doquier.
Traíamos, y traemos, como no podía ser de otro modo, la poesía del poeta que habíamos citado para nuestro encuentro sabatino. No vino él, no. Pero vinieron sus versos en las voces de estos amigos de la poesía. Y leímos

Ángel González Muñiz (Oviedo6 de septiembre de 1925 – Madrid12 de enero de 2008) fue un poeta español.En 1985 le concedieron el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y en 1991 el Premio Internacional Salerno de Poesía. En enero de 1996fue elegido miembro de la Real Academia Española en el sillón "P" sustituyendo al escritor Julio Caro Baroja. El mismo año, además, obtuvo elPremio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. En 2001 obtuvo el Premio Julián Besteiro de las Artes y las Letras. En 2004 se convirtió en el primer ganador del Premio de Poesía Ciudad de Granada-Federico García Lorca.
Su obra es una mezcla de intimismo y poesía social, con un particular y característico toque irónico, y trata asuntos cotidianos con un lenguaje coloquial y urbano, nada neopopularista ni localista. El paso del tiempo y la temática amorosa y cívica son las tres obsesiones que se repiten a lo largo y ancho de sus poemas, de regusto melancólico pero optimistas. Su lenguaje es siempre puro, accesible y transparente; se destila en él un fondo ético de digna y humana fraternidad, que oscila entre la solidaridad y la libertad, al igual que el de otros colegas generacionales como José Ángel ValenteJaime Gil de BiedmaCarlos BarralJosé Agustín Goytisolo y José Manuel Caballero Bonald.


  SIEMPRE LO QUE QUIERAS

Cuando tengas dinero regálame un anillo,
cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca,
cuando no sepas qué hacer vente conmigo
—pero luego no digas que no sabes lo que haces.

Haces haces de leña en las mañanas
y se te vuelven flores en los brazos.
Yo te sostengo asida por los pétalos,
como te muevas te arrancaré el aroma.

Pero ya te lo dije:
cuando quieras marcharte esta es la puerta:
se llama Ángel y conduce al llanto.

Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.

Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados.
Luego las nubes cárdenas y el cielo
–escupo las gaviotas–,
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.

Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
—tras haberles quitado las espinas—
y cuando se me acaban
me voy rumiando sombras,
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.


DISCURSO A LOS JÓVENES

De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.

Nosotros somos estos
que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.

Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.

A ti,
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza.

Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquéllos a los que necesitas,
pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.

Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.

Pero no es necesario.

Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.

  A veces, en octubre, es lo que pasa...

Cuando nada sucede,
y el verano se ha ido,
y las hojas comienzan a caer de los árboles,
y el frío oxida el borde de los ríos
y hace más lento el curso de las aguas;
cuando el cielo parece un mar violento,
y los pájaros cambian de paisaje,
y las palabras se oyen cada vez más lejanas,
como susurros que dispersa el viento;

entonces,
ya se sabe,
es lo que pasa:

esas hojas, los pájaros, las nubes,
las palabras dispersas y los ríos,
nos llenan de inquietud súbitamente
y de desesperanza.

No busquéis el motivo en vuestros corazones.
Tan sólo es lo que dije:
lo que pasa.
ESO ERA AMOR

Le comenté:
—Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
                      —¿Te gustan solos o con rimel?
—Grandes,
                      respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas

Un enlace a la obra de Angel González  “http://ifc.dpz.es/”

EL MOMENTO ESTE
El momento no es bueno.
Ya se sabe
que los vientos tampoco.
Una tromba de agua arrasa a Cataluña.
La lluvia
no moja desde meses la tierra de Almería.
Aquí, en cambio, los hielos ennegrecen
los frutos
y más allá los huracanes
derriban bosques, y en otro
lugar no tan lejano
un inmenso trigal fue pasto de las llamas.
No vamos a quejarnos por tan pequeña cosa.
No vamos a quejarnos desde ahora por nada.
Desde ahora
somos invulnerables de tanto vulnerados,
insensibles
de haber sentido tanto
Y si un niño muere o una ilusión se quiebra
no hay por qué preocuparse:
estamos
perfectamente disculpados.
Son los vientos, los tiempos, las desgracias que corren
como arañas hambrientas sobre nuestra inocencia.
Es el momento este que nos pesa en el pecho
igual que una gran piedra,
y nos inmoviliza.
En el aire quedaron vestigios de palabras:
-…supervivientes todos de inclinada postura:
sería
preferible
fallecer intentando enderezar los huesos…-
y pasó un aeroplano y ya no se oyó nada.

Ayer
Ayer fue miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.

A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.
Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis
qué divertido,
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!

La noche vino pronto y se encendieron
amarillos cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y aroma!

Por eso mismo,
porque es como os digo
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.

Qué decir de la poesía de Ángel Gonzalez, sino que suena a juventud reciente, suena a tiempos de hoy, a estos tiempos urgentes, dramáticos y a la vez esperanzadores.
En un contemporáneo, un hombre de una finísima sensibilidad y de palabras que aciertan a describir el asombro, la duda, la certeza.
Leímos también a Xavier Seoane
De su libro “para una luz ausente”
XII
Estou en ti.  Mais ti nin o sospeitas.
Cando cruzas a rúa, estou contigo.
Cando abarcas o voo
do horizonte ou das ondas coa mirada.
Cando miras a vella durmida dos cartóns,
ou compras una presa de castañas
ou saes a mollarte baixo a chuvia de maio.
Cando te deitas, e toda a casa está
silenciosa, pero as nubes
seguen pasando, cos pés de bailarina,
polo Tellado.
Até cando te esqueces de min estou en ti.
Pois todo o ar que respiras
ten un alento cruel de amor contaminado.
Porque una cousa son
os traballos e os días
e outra  o Hesiodo que poida contalos.
Por iso estou contigo na ausencia e na presenza.
Contigo sempre,
xardín puro de luz
dos meus días máis cegos e os meus máis fieis naufraxios.

Del poeta colombiano Aurelio Arturo.  Poeta nacido en La Unión, Nariño, en 1906. En 1963 se editó su único libro, «Morada al Sur» por el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia. Meses antes de su muerte recibió el doctorado Honoris Causa en Filosofía y Letras por la Universidad de Nariño.Falleció en Bogotá en 1974.
Leímos


Canción de la noche callada

En la noche balsámica, en la noche,
cuando suben las hojas hasta ser las estrellas,
oigo crecer las mujeres en la penumbra malva
y caer de sus párpados la sombra gota a gota.

Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras
y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo.

Una palabra canta en mi corazón, susurrante
hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica,
cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles,
me besa un largo sueño de viajes prodigiosos
y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla.

En medio de una noche con rumor de floresta
como el ruido levísimo del caer de una estrella,
yo desperté en un sueño de espigas de oro trémulo
junto del cuerpo núbil de una mujer morena
y dulce, como a la orilla de un valle dormido.

Y en la noche de hojas y estrellas murmurantes
yo amé un país y es de su limo oscuro
parva porción el corazón acerbo;
yo amé un país que me es una doncella,
un rumor hondo, un fluir sin fin, un árbol suave.

Yo amé un país y de él traje una estrella
que me es herida en el costado, y traje
un grito de mujer entre mi carne.

En la noche balsámica, noche joven y suave,
cuando las altas hojas ya son de luz, eternas...

Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece,
si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes,
¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?,
¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?

Morada del sur

I
En las noches mestizas que subían de la hierba,
jóvenes caballos, sombras curvas, brillantes,
estremecían la tierra con su casco de bronce.
Negras estrellas sonreían en la sombra con dientes de oro.

Después, de entre grandes hojas, salía lento el mundo.
La ancha tierra siempre cubierta con pieles de soles.
(Reyes habían ardido, reinas blancas, blandas,
sepultadas dentro de árboles gemían aún en la espesura).

Miraba el paisaje, sus ojos verdes, cándidos.
Una vaca sola, llena de grandes manchas,
revolcada en la noche de luna, cuando la luna sesga,
es como el pájaro toche en la rama, "llamita",
                                                              "manzana de miel"

El agua límpida, de vastos cielos, doméstica se arrulla.
Pero ya en la represa, salta la bella fuerza,
con majestad de vacada que rebasa los pastales.
Y un ala verde. tímida, levanta toda la llanura.

El viento viene, viene vestido de follajes,
y se detiene y duda ante las puertas grandes,
abiertas a las salas, a los patios, las trojes.

Y se duerme en el viejo portal donde el silencio
es un maduro gajo de fragantes nostalgias.

Al mediodía la luz fluye de esa naranja,
en el centro del patio que barrieron los criados.
(El más viejo de ellos en el suelo sentado,
su sueño, mosca zumbante sobre su frente lenta).

No todo era rudeza, un áureo hilo de ensueño
se enredaba a la pulpa de mis encantamientos.
Y si al norte el viejo bosque tiene un tic-tac profundo,
al sur el curvo viento trae franjas de aroma.

(Yo miro las montañas. Sobre los largos muslos
de la nodriza, el sueno me alarga los cabellos).

II
Y aquí principia, en este torso de árbol,
en este umbral pulido por tantos pasos muertos,
la casa grande entre sus frescos ramos.
En sus rincones ángeles de sombra y de secreto.

En esas cámaras yo vi la faz de la luz pura.
Pero cuando las sombras las poblaban de musgos,
allí, mimosa y cauta, ponía entre mis manos,
sus lunas más hermosas la noche de las fábulas.

Entre años, entre árboles, circuida
por un vuelo de pájaros, guirnalda cuidadosa,
casa grande, blanco muro, piedra y ricas maderas,
a la orilla de este verde tumbo, de este oleaje poderoso.

En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
el alto grupo de hombres entre sombras oblicuas,
demoraba entre el humo lento alumbrado de
                                                              remembranzas:

Oh voces manchadas del tenaz paisaje, llenas
del ruido de tan hermosos caballos que galopan
                                                           bajo asombrosas ramas.
Yo subí a las montañas, también hechas de sueños,
yo ascendí, yo subí a las montañas donde un grito
persiste entre las alas de palomas salvajes.

Te hablo de días circuidos por los más finos árboles:
te hablo de las vastas noches alumbradas
por una estrella de menta que enciende toda sangre:

te hablo de la sangre que canta como una gota solitaria
que cae eternamente en la sombra, encendida:

te hablo de un bosque extasiado que existe
sólo para el oído, y que en el fondo de las noches pulsa
violas, arpas, laúdes y lluvias sempiternas.

Te hablo también: entre maderas, entre resinas,
entre millares de hojas inquietas, de una sola hoja:
pequeña mancha verde, de lozanía, de gracia,
hoja sola en que vibran los vientos que corrieron
por los bellos países donde el verde-es de todos los colores,
los vientos que cantaron por los países de Colombia.

Te hablo de noches dulces, junto a los manantiales, junto a cielos,
que tiemblan temerosos entre alas azules:

te hablo de una voz que me es brisa constante,
en mi canción moviendo toda palabra mía,
como ese aliento que toda hoja mueve en el sur, tan dulcemente,
toda hoja, noche y día, suavemente en el sur.

III
En el umbral de roble demoraba,
hacía ya mucho tiempo, mucho tiempo marchito,
un viento ya sin fuerza, un viento remansado
que repetía una yerba antigua, hasta el cansancio.

Y yo volvía, volvía por los largos recintos
que tardara quince años en recorrer, volvía.

Y hacia la mitad de mi canto me detuve temblando
temblando temeroso, con un pie en una cámara
hechizada, y el otro a la orilla del valle
donde hierve la noche estrellada, la noche
que arde vorazmente en una llama tácita.

Y a la mitad del camino de mi canto temblando
me detuve, y no tiembla entre sus alas rotas,
con tanta angustia, una ave que agoniza, cual pudo,
mi corazón luchando entre cielos atroces

IV
Duerme ahora en la cámara de la lanza rota en las batallas.
Manos de cera vuelan sobre tu frente donde murmuran
las abejas doradas de la fiebre, duerme.
El río sube por los arbustos, por las lianas, se acerca,
y su voz es tan vasta y su voz es tan llena.
Y le dices, repites: ¿Eres mi padre? Llenas el mundo
de tu aliento saludable, llenas la atmósfera.
Soy el profundo río de los mantos suntuosos.

Duerme quince años fulgentes, la noche ya ha cosido
suavemente tus párpados, como dos hojas más, a su follaje negro.

No eran jardines, no eran atmósferas delirantes. Tú te acuerdas
de esa tierra protegida por una ala perpetua de palomas.
Tantas, tantas mujeres bellas, fuertes, no, no eran
brisas visibles, no eran aromas palpables, la luz que venía
con tan cambiantes trajes, entre linos, entre rosas ardientes.
¿Era tu dulce tierra cantando, tu carne milagrosa, tu sangre ?

Todos los cedros callan, todos los robles callan.
Y junto al árbol rojo donde el cielo se posa,
hay un caballo negro con soles en las ancas,
y en cuyo ojo líquido habita una centella.
Hay un caballo, el mío, y oigo una voz que dice:
"Es el potro más bello en tierras de tu padre".

En el umbral gastado persiste un viento fiel,
repitiendo una sílaba que brilla por instantes.
Una hoja fina aún lleva su delgada frescura
de un extremo a otro extremo del año.
"Torna, torna a esta tierra donde es dulce la vida".

V
He escrito un viento, un soplo vivo
del viento entre fragancias, entre hierbas
mágicas; he narrado
el viento; sólo un poco de viento.

Noche, sombra hasta el fin, entre las secas
ramas, entre follajes, nidos rotos -entre años-
rebrillaban las lunas de cáscara de huevo,
las grandes lunas llenas de silencio y de espanto.






Qué noche de hojas suaves y de sombras...

Qué noche de hojas suaves y de sombras
de hojas y de sombras de tus párpados,
la noche toda turba en ti, tendida,
palpitante de aromas y de astros.

El aire besa, el aire besa y vibra
como un bronce en el límite lontano
y el aliento en que fulgen las palabras
desnuda, puro, todo cuerpo humano.

Yo soy el que has querido, piel sinuosa,
yo soy el que tú sueñas, ojos llenos
de esa sombra tenaz en que boscajes
abren y cierran párpados serenos.

Qué noche de recónditas y graves
sombras de hojas, sombras de tus párpados:
está en la tierra el grito mío, ardiendo,
y quema tu silencio como un labio.

Era una noche y una noche nada
es, pregona en sus cántigas el viento:
aún oigo tu anhelar, tu germinar melódico
y tu rumor de dátiles al viento.

Y he de cantar en días derivantes
por ondas de oro, y en la noche abierta
que enturbiará de ti mi pensamiento,
he de cantar con voz de sobra llena.

Qué noche de hojas suaves y de sombras
de hojas y de sombras de tus párpados,
la noche toda turba en ti, tendida,
palpitante de aromas y de astros.


Y Sara, musa que encanta, nos trajo sus escritos, tan llenos de sensibilidad
“En la frontera de lo finito y lo infinito, tu mar…
“Sería el mar de tu sediento ser…” o “Sueño el mañana,  la realidad…”
Tuvimos la compañía de Ángel, a quien ,también desde aquí, pedimos que nos acompañe en nuestro andar.
Surgió la idea de soltar al mar  -sin que el ojo vigilante del que “ mantiene un desorden caótico en nombre del buen orden” pueda descubrirnos- botellas con poemas preferiblemente propios. La idea es que esas palabras en el mar lleguen, si las corrientes, los astros, las mareas, los altos y bajos dioses atlánticos, los cascos férreos de los navíos o alguna otra contingencia, lleguen, decía, a costas propicias. Es una manera de volver a aquellas épocas en que los náufragos, alejados del mundo, acosados por su soledad, arrojaban ilusionados, sus pensamientos y urgencias al mar.

Recordamos   6 de Junio en Portas Ártabras . Presentación de libro de Dn. Manuel Alvarez Torneiro
Atención:
O vindeiro Venres 6 de Junio de 2014  as 20:00 Hs.  en "Portas Artabras", Rúa Sinagoga nro 22 Bajo-Cidade Vella- A Coruña
Presentación do libro  "Onde nunca é mañá" de Manuel Álvarez Torneiro
También celebramos el cumpleaños de Carlos Lesta, un jovencísimo de 68 primaveras, veranos, otoños e inviernos. Tuvimos tiempo para casi todo. Hasta para esas cosas que nos sobrevienen con el paso de los días.
Si, fue una de esas reuniones de arrimar mesas, de corros entusiastas, de voces entusiastas y queribles.

Y para el próximo sábado nos propusimos buscar con ahínco propio de deportistas o cazadores perseguidos por sus presas, poemas que se relacionen con los meses´. Título: Los poemas y los meses
Hasta aquí la crónica ilustrada de nuestro encuentro. Palabras más, palabras menos… tal como si estuviéramos en Macondo.
Buena semana, buenas lecturas y a ser felices









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