Muy buenas tardes mis queridos Diversos. En este sábado que tenemos de todo, lluvia, viento, sol..... no nos podía faltar una crónica de nuestra querida Rosalía. Les propongo un ejercicio de imaginación. Piensen en nuestra mesa del fondo e imaginen a Rosalía con su libreta (toca granate en este momento) lean la crónica y escuchen el cierre de libreta. Y sonrían que las sonrisas son sanadoras.
Besos y versos para todos.
Ángeles.
Crónica
del Macondo, a 6 de febrero del 2021
Me toca encantada,
hacer la crónica de un sábado sin macondo, sin churros, sin café,
sin amigos, sin anís, y según me dijeron ayer, en mí caso, también
sin vacuna, por haberme pasado, por los pelos o por las canas, de los
cincuenta y pico.
En este estado de ánimo en el que me hallo,
en este cuento sin perdices, empapeladas mis narices, en ese estado
de queda, sin quedadas, en este lío de precintos, habrá que poner
los medios para hacernos un poquito felices, sacar fuerzas de
flaqueza para combatir la tristeza de éstas ráfagas de
ciclogénesis, que todo lo anegan, arrastrando el virus por todo el
mundo, y para cualquier virus, no hay mejor vacuna, que las ganas de
reír y las de vivir, metiéndonos para ello en el cuerpo dosis de
alegría, sacando a ese payaso del niño que llevamos dentro, para no
tomarnos la vida demasiado en serio, tirando de la grasa y de la
guasa, a ver si la tormenta, de la tristeza, pasa.
En mi caso,
para no perder la alegría en el cerebro (el sexo ya lo perdí entre
cuarentenas, falta de tacto y contactos) me he propuesto esta semana
hacer, de una sentada, un poema de seiscientos versos, que me tiene
sorbido el seso, combatiendo mi altísimo estado de celo al estar, a
palo seco, sin poder compartir con vosotros ningún verso.
Cuando
le he contado al médico, el número que me he propuesto, me ha
recetado, por teléfono, sin auscultarme y sin mirar en mis ojos el
brillo de mis carcajada, una caja de ansiolíticos, que yo he tenido
a bien cambiar por las correspondientes dosis de endecasílabos,
heptasílabos, liras, alegrías…, para sanar mi seso y huir del
ruido de hemiciclos y de leones del circo, con sus tintes tan
ridículos.
Según mi dosis me los meto en vena o en pastillas,
con la madrugada, el alba, o la mar saldada y con ellos consigo
alguna risotada; tan pronto me llevan a los toros como hacen de
mi salón una jaula de cristal; las pastillas de la noche me ponen
más belicosa y, desde la trinchera de mi cama, disparo palabras como
balas, algunas reconozco que me hacen alucinar, esto es, flipar, me
ponen metafórica, un poco lo que se lleva, para que nadie te
entienda; me explico “Salgo a caminar por las nubes con un traje de
Serehezade y con niebla en mi mirada”. Poema que luego tengo que
traducir y explicar a mamá, cuando me pregunta que qué he hecho por
la mañana -Salir a dar un paseo distraída, con mascarilla y con las
gafas empañadas, sin ver nada -.
De
tal manera que siguiendo con la receta espero no perder también el
seso y logar un buen final, que no me cabe duda sucederá, cuando os
los consiga recitar, con un cierre de libreta, lo que significará
que comeremos perdices y seremos felices.
Aquí os dejo el
resultado de la dosis de esta mañana al mirar por la ventana,
inspirada en dos grandes maestros, uno sabrá quién es, al otro lo
cito en el poema, y aquí os dejo y regalo “mi panorama”, de
buena gana.
Ventana
No
sé ¡de qué me quejo!
sí hay sol, en mi ventana,
y por
ella pasean nubes blancas,
pasan canas, y madrugadas.
Por
pasar, pasea la vida,
aunque reniegue Don Pablo
Neruda;
pasan horas, y ¡las campanas!,
la luna, la
medianoche y, la noche;
y caminan ¡las estaciones!,
pasean
las “sirenas”, y algún coche.
También se pasean los
días,
en sus cristales,
blandiendo nieblas, y
alegrías.
Pañuelo fiel, de los días de lluvia,
cuando
en las almas ¡gotea o diluvia!
Confidente de sus vecinos
y transeúntes
compañera afín y leal de la soledad,
que
contesta siempre lo que preguntes.
Ella es mi
calendario;
con las vistas a un atrio,
y, a un viejo
campanario;
a la iglesia, al árbol, a la mar, al cielo y al
campo.
A mi ventana se asoman puentes, de colores,
con
arcoíris colgados de un cielo, con flores,
apoyándose en
tejados y en los diques del puerto,
dándome ramos, de zafiros y
de reflejos,
como si fuera jardinera, de un bello huerto,
dónde
crecen, cada mañana, sabios consejos.
¡Dé qué me voy a
quejar!
sí tengo una ventana,
sin cortina y persiana
que
deja transparentar
las vistas a esta historia
¡desnuda en
mi memoria!
Un
beso, Rosalía Ajamil Sánchez
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