domingo, 7 de febrero de 2021

Nuestro Macondo, Sábado 6 de Febrero de 2021


 

Muy buenas tardes mis queridos Diversos. En este sábado que tenemos de todo, lluvia, viento, sol..... no nos podía faltar una crónica de nuestra querida Rosalía. Les propongo un ejercicio de imaginación. Piensen en nuestra mesa del fondo e imaginen a Rosalía con su libreta (toca granate en este momento) lean la crónica y escuchen el cierre de libreta. Y sonrían que las sonrisas son sanadoras.

Besos y versos para todos.

Ángeles.



Crónica del Macondo, a 6 de febrero del 2021

Me toca encantada, hacer la crónica de un sábado sin macondo, sin churros, sin café, sin amigos, sin anís, y según me dijeron ayer, en mí caso, también sin vacuna, por haberme pasado, por los pelos o por las canas, de los cincuenta y pico.
En este estado de ánimo en el que me hallo, en este cuento sin perdices, empapeladas mis narices, en ese estado de queda, sin quedadas, en este lío de precintos, habrá que poner los medios para hacernos un poquito felices, sacar fuerzas de flaqueza para combatir la tristeza de éstas ráfagas de ciclogénesis, que todo lo anegan, arrastrando el virus por todo el mundo, y para cualquier virus, no hay mejor vacuna, que las ganas de reír y las de vivir, metiéndonos para ello en el cuerpo dosis de alegría, sacando a ese payaso del niño que llevamos dentro, para no tomarnos la vida demasiado en serio, tirando de la grasa y de la guasa, a ver si la tormenta, de la tristeza, pasa.
En mi caso, para no perder la alegría en el cerebro (el sexo ya lo perdí entre cuarentenas, falta de tacto y contactos) me he propuesto esta semana hacer, de una sentada, un poema de seiscientos versos, que me tiene sorbido el seso, combatiendo mi altísimo estado de celo al estar, a palo seco, sin poder compartir con vosotros ningún verso.
Cuando le he contado al médico, el número que me he propuesto, me ha recetado, por teléfono, sin auscultarme y sin mirar en mis ojos el brillo de mis carcajada, una caja de ansiolíticos, que yo he tenido a bien cambiar por las correspondientes dosis de endecasílabos, heptasílabos, liras, alegrías…, para sanar mi seso y huir del ruido de hemiciclos y de leones del circo, con sus tintes tan ridículos.
Según mi dosis me los meto en vena o en pastillas, con la madrugada, el alba, o la mar saldada y con ellos consigo alguna risotada; tan pronto me llevan a los toros como hacen  de mi salón una jaula de cristal; las pastillas de la noche me ponen más belicosa y, desde la trinchera de mi cama, disparo palabras como balas, algunas reconozco que me hacen alucinar, esto es, flipar, me ponen metafórica, un poco lo que se lleva, para que nadie te entienda; me explico “Salgo a caminar por las nubes con un traje de Serehezade y con niebla en mi mirada”. Poema que luego tengo que traducir y explicar a mamá, cuando me pregunta que qué he hecho por la mañana -Salir a dar un paseo distraída, con mascarilla y con las gafas empañadas, sin ver nada -.

De tal manera que siguiendo con la receta espero no perder también el seso y logar un buen final, que no me cabe duda sucederá, cuando os los consiga recitar, con un cierre de libreta, lo que significará que comeremos perdices y seremos felices.

Aquí os dejo el resultado de la dosis de esta mañana al mirar por la ventana, inspirada en dos grandes maestros, uno sabrá quién es, al otro lo cito en el poema, y aquí os dejo y regalo “mi panorama”, de buena gana.

Ventana


No sé ¡de qué me quejo!
sí hay sol, en mi ventana,
y por ella pasean nubes blancas,
pasan canas, y madrugadas.

Por pasar, pasea la vida,

aunque reniegue Don Pablo Neruda;
pasan horas, y ¡las campanas!,
la luna, la medianoche y, la noche;
y caminan ¡las estaciones!,
pasean las “sirenas”, y algún coche.

También se pasean los días,
en sus cristales,
blandiendo nieblas, y alegrías.

Pañuelo fiel, de los días de lluvia,
cuando en las almas ¡gotea o diluvia!

Confidente de sus vecinos y transeúntes
compañera afín y leal de la soledad,
que contesta siempre lo que preguntes.

Ella es mi calendario;
con las vistas a un atrio,
y, a un viejo campanario;
a la iglesia, al árbol, a la mar, al cielo y al campo.

A mi ventana se asoman puentes, de colores,
con arcoíris colgados de un cielo, con flores,
apoyándose en tejados y en los diques del puerto,
dándome ramos, de zafiros y de reflejos,
como si fuera jardinera, de un bello huerto,
dónde crecen, cada mañana, sabios consejos.

¡Dé qué me voy a quejar!
sí tengo una ventana,
sin cortina y persiana
que deja transparentar
las vistas a esta historia
¡desnuda en mi memoria!



Un beso, Rosalía Ajamil Sánchez






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